Coffee Exchange y Sandthorquaihof: en la estela de los imanes turísticos

Otra rareza de la Speicherstadt, aunque más digna y hanseática, se levanta no lejos de la St. Annenplatz: a diferencia del resto de la Speicherstadt, la nueva Bolsa del Café no se construyó con ladrillo rojo, sino con piedra natural blanca. Antes de la guerra, era la tercera bolsa de futuros de materias primas del mundo, después de Nueva York y Le Havre. Pero después de ser destruida por las bombas y reconstruida en su emplazamiento actual, ya no podía competir con sus competidores en un mundo cambiado. Sólo dos años después de su reapertura, se cerró en 1958. Lo que quedó fue el nuevo edificio, un «templo», como les gustaba llamarlo a los comerciantes de café de Hamburgo, con una ventana de cristal coloreado de aspecto sagrado que mostraba a felices recolectores de café blancos y negros trabajando mano a mano en la plantación. La sala de la bolsa se ha conservado en gran parte en su estado original: Incluso cuando la cadena hotelera Ameron instaló su bar-restaurante Cantinetta al lado, éste se mantuvo intacto, junto con los tableros de las cotizaciones de la bolsa y el techo de madera de los barriles con lámparas de araña. En este pequeño y poco agitado oasis, podrá fortalecerse antes de dirigirse a las grandes atracciones turísticas de los bloques D y L y sumergirse en el ajetreo de las colas y los grupos turísticos.

En el patio interior del Sandthorquaihof
Un guía turístico explica el sitio del Patrimonio Mundial en Sandthorquaihof. © ELBE&FLUT / Thomas Hampel

En el camino hay otra joya para los conocedores de la tranquilidad, al otro lado de la estrecha calle, bellamente llamada «Pickhuben» (por las pilas de brea de los constructores navales): Dos arcos conducen al impresionante y sombreado patio del Bloque H, también llamado Sandthorquaihof; un tercer arco lleva a la Kleines Fleet y abre la vista al Jungfernbrücke, el puente que lleva de vuelta a la ciudad, a la Iglesia de Santa Catalina y que desde hace unos años se dobla bajo más y más candados de amor grabados. Sin embargo, esta tendencia relativamente reciente no ha conseguido desplazar una antigua superstición, la de arrojar monedas a los delfines pato, que se supone que traen buena suerte mientras permanezcan sobre ellos.

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